Durante tres días hemos podido retroceder en el tiempo para conducir los Peugeot 504. Las carrocerías Sedán, Cabriolet y Coupé fueron la montura perfecta para descubrir los múltiples secretos y parajes del Franco-Condado. ¿Quieres saber cuáles son? Sigue leyendo.
No todos los días se tiene la oportunidad de conducir un coche histórico que, además, acaba de cumplir medio siglo de vida. Sin embargo, de la mano de Peugeot, elhedonista ha podido disfrutar no solo de uno, sino de tres 504 por las bellas e idílicas carreteras del Franco Condado (Franche-Comté).
Bajo la denominación de Peugeot Spirit of France, la firma del león sacó a relucir todo su arsenal histórico encabezado, por un lado, por el comentado Peugeot 504 disponible para nosotros tanto en su carrocería tradicional, la berlina, como en las más pasionales, el Cabriolet y el Coupé, todos diseñados por Pinifarina. Un convoy que se completaba con el que podría considerarse como su nieto: el nuevo 508, en sus variantes berlina-coupé y familiar (SW).
Referente histórico
El 504 es un modelo icónico para la marca que supuso todo un punto de inflexión al ser el primer modelo de la firma en conseguir el galardón de “Coche del Año en Europa” el cual consiguió en 1969, un año después de ver la luz. Con él, Peugeot dio un paso adelante en lo que a equipamiento y fiabilidad se refiere (50 años después todavía se siguen viendo algunos en marcha), sin obviar claro está el confort.
Entre algunas de sus peculiaridades e innovaciones están el ser el primer vehículo con mandos internos iluminados, mejorando la visibilidad de los mismos durante los trayectos nocturnos. También fue el primer Peugeot en incluir faros rectangulares en lugar de los redondos, dando buena muestra de la influencia de Pinifarina.
En cuanto a su comentada longevidad, el 504 no solo se siguió fabricando casi de la misma manera, sino que incluso convivió con su sucesor, el 505, así como con muchos de los coches modernos de la actualidad en determinados países del mundo. Mientras que en Francia se detuvo su producción en 1987, en Argentina se mantuvo hasta 1999, mientras que en Kenia o Nigeria se alargó incluso hasta 2005 y 2010, respectivamente.
El 504 fue el tercer modelo de Peugeot más vendido en el mundo después del Peugeot 205 (en segundo lugar) y el Peugeot 206 (en el primero), con más de 3,5 millones de unidades incluyendo todas sus versiones. También fue el Peugeot con la gama más completa, contando con casi todos los tipos de carrocerías: de sedan, de carga, todoterreno, ambulancia y camioneta.
Para hacernos una idea de la importancia que tuvo este Peugeot 504 solo hay que visualizar el 508 que se vende actualmente. Con motivo de la segunda generación de la berlina, la firma del león quiso homenajearle introduciendo elementos visuales distintivos, como es por ejemplo el emblema situado sobre el capó (solución que se ha ido extendiendo al resto de modelos de nuevo cuño como el 208 o el 2008).
Regreso al pasado
Toca dejarnos de teoría y entrar en materia. Nuestra primera parte de la ruta discurrió a los mandos de los nuevos 508 y 508 SW y, durante la misma, en nuestro interior lo único que crecía era la inquietud por ponernos a los mandos de una de estas tres joyas. Un sentimiento que no impidió que disfrutáramos de todas las bondades que caracterizan a la última generación de la berlina reconvertida en berlina coupé.
Tras dejar atrás un buen puñado de tramos de montaña, por fin el 504 y un servidor se encontraban. El primero en pasar por mis manos, el 504 Sedan GL de 1974. El origen de todo, el creador de tendencia y un regreso a los años más espectaculares del sector para alguien que, dada su edad, no la pudo vivir.
Otra de las innovaciones de este modelo fue la introducción de la suspensión independiente en ambos ejes para un vehículo de propulsión, otorgándole así un equilibrio pero, sobre todo, un confort envidiables. Aunque en cuestión de segundos hayamos retrocedido medio siglo, las sensaciones al volante son prácticamente las mismas que en el 508… con la salvedad de que hay que anticiparse antes a cualquier situación (“conducir de otra manera” nos dijeron desde Peugeot) y frenar con contundencia cuando fuera necesario.
Si su conducción nos fascina, su nivel de acabado nos deja casi sin habla. Llama la atención la amplitud de su zona trasera, al igual que el confort de sus asientos (sin reposacabezas) y la amplitud de su maletero. Por su parte, el motor de cuatro cilindros y 93 CV ofrece un funcionamiento exquisito, como nuevo, con un empuje progresivo y bien escalonado gracias a la transmisión manual de cuatro velocidades con un tacto curioso cuanto menos.
Emoción a raudales
El final de la primera jornada termina en el que, probablemente fuera, la carrocería más deseada por cuantos estuvimos en dicha ruta: el Cabriolet. Si conducir un descapotable siempre es emocionante, hacerlo en un vehículo de los años 70 (nuestra unidad databa de 1977) es algo especial. Esta obra maestra desarrollada por Pinifarina recibe a sus ocupantes (mejor si viajan dos a causa de unas plazas traseras muy reducidas) con un halo entre exclusividad y deportividad que enamora.
La diferencia con el Sedán se hace patente en el primer acelerón, pues bajo su alargado capó azul se esconde un V6 (el primero que montó Peugeot) de 2.7 litros con carburador que entregaba 136 CV y que se acoplaba a una transmisión manual de cuatro velocidades. Perfecto para disfrutar de los paisajes de esta región, destacaríamos la calma que produce viajar con la brisa gala mientras acompañamos al sol en sus últimos coletazos. El sonido embriagador del V6 se cuela en cada rincón del habitáculo siendo incapaces de borrarnos la sonrisa del rostro.
Gesto con el que nos despertamos al día siguiente para poner fin a nuestro roadtrip en el tiempo y saborear la exclusividad de un buen cupé. El 504 Coupé en un verde oliva algo apagado nos recibe con su imponente figura externa pero, sobre todo, con un habitáculo que derrocha calidad gracias, entre otros, a las inserciones en madera o al tono marrón tanto de su salpicadero como de sus asientos.
Conduciéndole, experimentamos una sensación extraña: parece que nada haya cambiado, es decir, su manejo, empuje y facilidad de uso es prácticamente idéntico al de cualquier modelo actual. Mucho tiene que ver que esta unidad sea la más ‘joven’ de la terna, al datar de 1983, pero sobre todo sorprende por su exquisito empuje.
Pese a montar el mismo V6 que el Cabriolet, ofrece ligeras diferencias en lo que a contundencia se refiere. Primero porque genera 8 CV más, hasta los 144 CV, gracias a la llegada de la inyección electrónica, y segundo, porque el sonido que desprende parece, sencillamente, el de un camión. No es de extrañar que Peugeot le eligiera para competir en numerosas pruebas internacionales ganando más de un Rally.
Parajes de ensueño
La experiencia de conducir estas tres joyas… y sus herederos no hubiera sido igual de satisfactoria sin el programa elaborado por Peugeot. Perfectamente milimetrada en cada etapa, la organización francesa no solo nos permitió descubrir carreteras de fantasía en las que sacar a relucir todas las virtudes dinámicas de los modelos, sino que además nos tenía preparadas unas cuantas sorpresas en forma de visita.
Sin duda, la más llamativa y especial fue al finalizar esta aventura, cuando dispusimos de más de dos horas de ‘libertad’ para gozar de las joyas que la marca ha ido recopilando en su Musée de l’Aventure Peugeot. Ubicado en la localidad de Sochaux, en sus más de 6.000 m2 de superficie uno se sumerge en la historia de uno de los fabricantes más antiguos cuyos comienzos, curiosamente, no estuvieron ligados con el automovilismo. Artículos laminados, cuchillas radiales, bicicletas, herramientas, máquinas de coser, mobiliario, pianos… todo lo que uno pueda imaginar venía impreso con el sello de Peugeot.
No obstante, la historia más reciente de Peugeot está ligada al automóvil y de ahí que el visitante se quede, literalmente, con la boca abierta al ver auténticas joyas de la automoción que datan de 1896 y llegan hasta nuestros días. Historia viva de un sector que hubiera sido menos exitoso sin el mundo de la competición. De ahí que en esta Aventura de Peugeot haya un apartado dedicado a todos los modelos que triunfaron en cualquier disciplina, desde los 205 Turbo 16 campeones del Mundial de Rallies hasta los 905 y 908 con sus 24 Horas de Le Mans bajo el brazo.
Historia viva
Pese a ser el plato fuerte de este Spirit of France, no hay que menospreciar, ni mucho menos uno de los lugares más sorprendentes que pudimos visitar: el Centro de Archivos de Terre Blanche. En sus instalaciones se reúnen más de siete kilómetros de documentos, cintas, casettes y manuscritos sobre la compañía desde sus comienzos. Guiados con mimo y pasión por uno de sus trabajadores (con pinta también de haber viajado en el tiempo), descubrimos el primer acta de colaboración con Daimler, las fotografías de las primeras fábricas o los planos de algunos modelos, incluyendo los tanques que desarrollaron para la Gran Guerra. Anexo a este edificio se encuentra el ‘laboratorio’ por el que pasan todos los vehículos antes de ser expuestos en el Museo.
Cerrando el top tres de lugares relacionados con la historia de Peugeot, mención aparte merecen tanto el Fort Sant-Antoine (un fuerte reconvertido en bodega en donde la empresa Marcel Petite elabora artesanalmente el queso Comté) como el Château de Germigney, que nos acogió para descansar tras el trayecto, está sin duda la fábrica PSP en donde se fabrican sus conocidos y esculturales saleros y pimenteros.
En efecto, como decíamos anteriormente, antes de ser un fabricante de vehículos, Peugeot se dedicaba a otros menesteres. Tal es así que tras crear la primera sierra en 1812, su siguiente creación fue, en 1840, un molinillo de café. Tras él llegó en 1874 el primer pimentero convirtiéndole, años después, en toda una referencia. Dado su carácter innovador, la firma gala siguió innovando y en 1997 presentó el primer molinillo eléctrico del mundo. Tal ha sido su repercusión que en 2018 fueron declarados icono parisino.