Hay coches que emocionan simplemente por el mero hecho de existir. Eso es lo que le ocurre al Abarth 595 Competizione de esta prueba. Todo un diablo de la carretera.
Como suele decirse, las mejores esencias se sirven en un frasco pequeño, característica que el protagonista de esta prueba cumple a la perfección. Nos referimos al excelente binomio formado por un coche mítico e icónico, como es el Fiat 500, con una marca con mucho nervio y tradición automovilística como es Abarth. El resultado, la pequeña ‘pelotilla’ amarilla que protagoniza estas líneas y que adquiere el nombre de 595 Competizione.
El centro de atención
Pero antes de ponernos a disfrutar con él, nos damos una vueltecita alrededor suyo. Acción que no nos llevará demasiado tiempo a causa de sus reducidas dimensiones. Porque a los 3,66 metros de largo se le unen una anchura de 1,63 metros y una altura de 1,48. Cotas urbanas que le permiten moverse como pez en el agua por cualquier calle, por muy estrecha que esta sea.
Un conjunto que, si lo comparamos con el Fiat 500 del que deriva, es más robusto, más anchote. Parte de culpa la tienen los paragolpes sobredimensionados, pasos de rueda más abultados o el difusor trasero en el que se incrustan cuatro salidas de escape (dos a cada lado) firmados por Record Monza que evitaran que pasemos desapercibidos.
Detalles que se completan con los vinilos laterales con el nombre de Abarth, el alerón posterior, las llantas exclusivas de aluminio 17 pulgadas que dejan entrever el equipo de frenos firmado por Brembo o el anagrama 595 Competizione situado en los laterales y en el portón posterior.
Casi de competición
De puertas para dentro, lo único que evita que nos traslademos a cualquier parrilla de salida es que no llevamos puesto el mono de competición. La sensación Racing del exterior se incrementa gracias a los asientos de tipo bacquet firmados por Sabelt, unas butacas pensadas para agarrar a sus ocupantes cuando estos circulan por circuito, pero que para el día a día pueden resultar una tortura. Sin embargo, como diría aquel, “si sabes cómo me pongo, ¿para qué me preguntas?”. Pues eso mismo, si busca un coche deportivo, no espere un derroche de comodidad.
Nosotros no lo hacemos, en ningún caso, pero sí que echamos en falta algo más de mullido en la zona de la espalda para afrontar una conducción cotidiana. Frente a ellos, aparece un salpicadero conocido (es el mismo que el del 500), al que se añaden detalles llamativos como el pomo del cambio metálico (que te congela las manos en invierno y te las abrasa en verano) o el botón Sport situado a la izquierda del volante.
Timón que resulta ser ligeramente grande para el conjunto en el que estamos metidos, pero que deja entrever perfectamente tanto el cuadro de instrumentos digital como el indicador que informa sobre la presión del turbo y que es especialmente delicioso cuando activamos el comentado programa Sport. La calidad y ajuste de los materiales es correcta, abundan los plásticos duros pero la sensación es bastante buena.
Como decimos, al tener una base de coche urbano entremezclada con el ADN deportivo, el confort y el espacio brillan por su ausencia. Por si no se había dado cuenta, estamos hablando de un tres puertas, con una zona trasera angosta y pensada para dos adultos de estatura media (absténgase todo aquel que mida más de 1,80 m), mientras que el maletero cubica unos escasos 185 litros que se llenan a poco que metamos dos maletas de mano. Pero volvemos a lo mismo, está hecho para el disfrute de su conductor y este, si viaja solo, no debería necesitar más de una mochila o una maleta.
Picadura mortal
Como buenos hedonistas somos más de valorar el confort y la tranquilidad, queda claro que con el Abarth 595 Competizione nos resultará algo más complicado encontrarla. Por eso, dejamos descansar nuestros ojos para agudizar el oído en pos de escuchar el ronroneo del pequeño motor que lo impulsa. Se trata del excepcional bloque de gasolina turboalimentado de 1.4 litros que es capaz de generar nada menos que 180 CV cuando gira a 5.500 vueltas y de ofrecer un par máximo de 250 Nm desde las 3.000 rpm.
Un potencial que combinado con la diminuta carrocería y, sobre todo, con un peso de solo 1.154 kilos, nos da como resultado un auténtico mini cohete. Así lo confirman unas prestaciones más que sorprendentes: 6,7 segundos para pasar de 0 a 100 km/h y una punta de 225 km/h.
Como es obvio, el segundo dato nos quedamos sin catarlo pero nos ‘conformamos’ únicamente con haber fundido nuestra espalda con el asiento al salir desde parado. Eso sí, hay que ser meticuloso con la transmisión y con el embrague, porque su dureza y corto recorrido nos pueden jugar una mala pasada al principio y quedar mal delante de nuestros amigos. Ahora bien, una vez le cogemos el punto, lo único que querremos será circular por tramos en lo que los cambios de marcha sean una constante y en los que, además, podamos deleitarnos con el sonido que emana de las cuatro salidas de escape.
En las arrancadas y en marchas bajas el Abarth 595 Competizione es simplemente delicioso. No hay mariposas que se abran y se cierren para aumentar o reducir el sonido. Aquí todo es natural y una vez activamos el modo Sport todo aquel que se encuentre en un radio cercano al nuestro, sabrá que nos lo estamos pasando en grande.
Y no es para menos, el motor empuja como un demonio. Si bien hay que esperar hasta las 3.000 vueltas para notar cierto punch, una vez llegamos a dicho régimen lo único que tenemos que hacer es seguir acelerando, porque el 1.4 Turbo se muestra infatigable. A medida que las revoluciones, la velocidad y el sonido suben, en nuestra cara se dibuja una sonrisa de felicidad que tardará varias horas en borrarse.
Déjese de rectas
Al acometer el primer vértice, nada más que un toque de volante es necesario para meter el morro con una solvencia que nos deja sin palabras. Seguimos echando en falta un volante más pequeño, pero borramos ese pensamiento al afrontar la siguiente curva. Este pequeño escorpión no solo transmite sensaciones, sino que además nos divierte en cada metro. Las suspensiones firmadas por Koni, duras, juegan una mala pasada a nuestros riñones si la carretera está rota, pero se encargan de conseguir que la carrocería no se mueva ni un milímetro. Si encontramos un asfalto en buen estado, solo tienes que sentarte y disfrutar.
Seguimos avanzando por el puerto de montaña, frenando en el último metro gracias a la eficacia de los frenos Brembo y de los neumáticos Pirelli P-Zero Nero pero, sobre todo, devorando curvas. Este es el territorio natural del 595 Competizione. Para ello no solo ofrece una batalla corta, de 2,3 metros, o un centro de gravedad bajo, sino que también equipa elementos indispensables como un diferencial mecánico de deslizamiento limitado que nos permitirá acelerar a fondo en cualquier momento sin perder tracción.
Antes de acabar, casi por obligación, debería mencionar el consumo medio. Pero antes de hacerlo quiero apuntillar que este 595 Competizione no está pensado para convertirse en el coche que comande nuestro garaje. Se trata de un capricho creado para divertirnos, para entretenernos en esas tardes tediosas o en esos fines de semana sin plan alguno. Momentos en los que uno no piensa en los más de 10 l/100 km que podemos registrar en un trayecto sin una sola recta, ni en los 32.635 € que cuesta la unidad probada.
Precio en el que están añadidos los 5.735 € en extras del coche que ilustra estas líneas. Porque de base, el Abarth 595 Competizione tiene un precio de partida más razonable, 26.900 € en el que, eso sí, no se incluirá ni la pintura amarilla Módena, las llantas de 17 pulgadas, los asientos Corsa by Sabelt o el diferencial autoblocante, además de otros elementos como los sensores de aparcamiento traseros, los vinilos, los faros de Xenón, la antena integra o las pinzas de los frenos en amarillo.