Su historia le precede y su presente le confirma. Hablar del Ford Mustang GT no solo es hacerlo de un icono americano, sino mundial. Nosotros hemos disfrutado de todas las mejoras que atesora este muscle car. Aquí se las contamos.
La historia de los deportivos americanos está definida por innumerables modelos: Chevrolet Camaro, Dodge Challenger, Pontiac GTO, Plymouth Barracuda… Pero si tuviéramos que elegir un referente, la estrella a la que todos deberían seguir, ese es sin duda el Mustang. Desde su nacimiento, allá por la década de los 60, el muscle car de Detroit ha sabido mantener su atractivo natural conquistando el corazón de millones de conductores a lo largo y ancho del mundo.
Uno de esos conductores es un servidor. Fan declarado e incondicional de uno de sus principales rivales, el Camaro, he de reconocer que tras estar probándolo una semana, mi lista de preferencias ha dado un giro de 180º en favor de este yankee. Si hasta el tiempo invernal me ha respetado otorgándome unos días de sol casi primaveral para que disfrutase al máximo de la carrocería descapotable (Convertible) que nos prestaron.
Cierto es que estéticamente no resulta tan vistoso como el cupé, pero nada de eso importa una vez pulsamos el botón de arranque y escuchamos el maravilloso estruendo que emana de sus entrañas.
¿Quién dijo turbo?
En ese momento los 450 CV del V8 aspirado de 5.0 litros rugen cual león de la Metro Goldwyn Meyer para avisar a todo el mundo de que el potro se ha despertado. Como dato curioso, Ford ha introducido un modo silencioso en el arranque para no molestar al vecindario en horario de descanso.
No es nuestro caso y el sonido bronco de este espectacular bloque inunda nuestro alrededor. Ante de iniciar la marcha, colocamos la marcha en los parámetros más confortables, comprobando que este muscle car es igualmente capaz de llevarnos de paseo sin problema alguno. Pero la filosofía del Mustang es otra.
Para acercarnos a ella, lo suyo es activar el modo Deportivo+ y dejarnos llevar. Como buen deportivo americano, el Mustang GT se desenvuelve mejor por tramos rectos o con curvas poco pronunciadas, ya que es donde más provecho conseguiremos sacar al V8. Un bloque que además de su sonido delicioso, con esta última actualización, en la que ha ganado 29 CV, nos permitirá estirar un poco más su régimen de giro.
Así, la aguja del cuentarrevoluciones digital (otras de las novedades de esta renovación) consiguen llegar casi hasta las 7.500 vueltas, llegando prácticamente al corte con una rapidez asombrosa. En dicho instante, la caja de cambios automática Speedshift de 10 velocidades (sí, ha leído bien) aumenta de relación con cierta brusquedad, en una especie de aviso para que no perdamos la concentración.
Con poco giro, mejor
Con el pie derecho a fondo, el Mustang sigue acelerando como un poseso. Hace tiempo que los 100 km/h se quedaron atrás ya que solo hemos necesitado 4,5 segundos para alcanzarlos (para ello se ha añadido un nuevo programa denominado Carril de arranque que hace las veces de Launch Contro) y ahora nuestra única preocupación es la de no llegar demasiado ‘exaltados’ al primer giro.
Por suerte, el Mustang GT va equipado con unos frenos potentes así como con unas gomas Michelin Pilot Sport 4S que aseguran un perfecto agarre, sobre todo para detener los 1.901 kilos de deportivo. Con la mira puesta casi en el giro, reducimos marchas a ritmo de petardeo y nos preparamos para meternos en el vértice. La dirección trabaja bien pero no tanto como la suspensión MagneRide que sujeta los 4,79 metros de carrocería con absoluta firmeza. En mitad de la maniobra notamos cómo al morro le cuesta entrar ligeramente por lo que ahuecamos un poco más para entrar del todo. Intentamos no tocar en exceso el pedal del gas, para evitar que la zaga se descoloque ante nuestra orden.
Los más expertos intentarán subir un punto desconectando todos los controles, pero ya les avisamos que habrá que aumentar considerablemente el nivel de atención, porque a poco que rocemos el pedal derecho, notaremos un gran sobreviraje. El punto medio lo encontramos en un control de estabilidad que permite dejarlo en modo oculto para obtener un mayor deslizamiento de las ruedas traseras, pero dado que los controles no resultan demasiado intrusivos, no consideramos que sea necesario desconectarlo.
Mientras tanto, seguimos nuestro particular Tourmalet. Sigue demostrándonos que las enlazadas de curvas no son su fuerte y parece respirar en el instante en el que encontramos una recta. La dirección se nota pesada y los cambios de apoyo no son tan efectivos como en otros deportivos de 450 CV (como por ejemplo el Audi RS5 Coupé), pero todo parece quedar ensombrecido por el excelente comportamiento del V8.
Eso sí, no todo iban a ser elogios para este bloque, pues cuanto más aumentemos el ritmo, más veces tendremos que parar a repostar. Este es, probablemente, uno de los puntos más débiles del Mustang GT. Cierto es que a un ritmo normal por carretera, el gasto se movió en unos aceptables 10,8 l/100 km, pero a poco que fuimos generosos con el acelerador y con nuestras aspiraciones de piloto, el dato aumenta hasta casi los 15 litros sin apenas inmutarse. Por suerte, cuenta con un depósito de 61 litros, que nos permitirá movernos en torno a los 500 km de autonomía yendo normal, porque si no, en poco menos de 400 ya nos los habremos ventilado.
Sex appeal
Mientras realizamos la labor de repostado, no podemos evitar contemplar sus líneas. 100% americanas, entran por los ojos de cualquier amante de los automóviles. Como hemos dicho, quizá la carrocería Convertible no sea la más atractiva, ni el color amarillo de nuestra unidad, el más acertado, pero la verdad es que este Mustang GT causa sensación a su paso.
Y lo hace luciendo un diseño más moderno y actual, con un frontal más estilizado y afilado gracias a los nuevos paragolpes. La parrilla también ha variado sus formas, más ancha y baja, otorgándole más presencia. Por último, los faros principales pasan a ser Full LED, tecnología que también se emplea en los antiniebla.
La zaga también ha sido revisada, con un paragolpes que integra un vistosísimo difusor en el que se integran dos salidas de escape a cada lado (exclusivas de este GT), y unos grupos ópticos curvados que contrastan a la perfección con la moldura negra.
En cuanto al habitáculo, poco o nada tiene que envidiar a los modelos europeos. Decimos esto porque tradicionalmente, los muscle car siempre han pecado de exceso de funcionalidad, dejando de lado la calidad. Este Mustang GT es una excepción. Todavía hay muchos que lo ven un punto por detrás de otros Ford, como el Focus o el Kuga, pero la realidad es que sabe conjugar perfectamente el diseño espartano con la más elevada calidad.
Además, para aumentar el confort ahora se pueden equipar asientos calefactables y refrigerados, volante calefactable o un monitor central de 8 pulgadas con el sistema multimedia SYNC3 y la compatibilidad móvil mediante Apple CarPlay o Android Auto.
Ahora bien, si hay un elemento que destaque por encima de todos ese es el cuadro de instrumentos digital de 12 pulgadas. Configurable al gusto, ofrece tres interfaces distintas a cada cual más sugerente. En nuestro caso, la elegida fue la que aparece al activar el modo Sport, con unos diagramas claros y bien visibles. Solo encontramos un pero, su manejo, algo confuso al principio y para el que se necesitará cierto periodo de aprendizaje.
Deme dos, oiga
En definitiva, tras una larga espera vital por poder ‘cabalgarle’, lo cierto es que la experiencia no ha podido ser más satisfactoria. A destacar el motor, con su sonido bronco, su contundencia y su empuje, sobre todo en recta.
No vamos a ocultar que tiene puntos negros o mejorables, como un comportamiento en curva más precisa o una caja de cambios automática de 10 velocidades más refinada, pero cuando uno ve que el precio de partida se coloca en 56.850 € para nuestro Mustang GT Convertible automático (el cupé manual parte desde los 49.850 €), sencillamente piensa: ¿dónde hay que firmar?