No hay quien sepa representar mejor la deportividad de un modelo que el Golf GTI. Nosotros hemos probado su octava generación para ver si es la mejor de siempre. El resultado no deja indiferente a nadie… como siempre.
GTI: quizás las siglas con mayor significado en el mundo de la automoción. Sinónimo de deportividad, diseño, tecnología y deseabilidad, se han ganado a pulso su reputación a lo largo de 44 años vendiendo más de 2,3 millones de unidades en todo el mundo. Con la llegada de la octava generación del Golf, Volkswagen no ha hecho sino perpetuar la historia de éxito de uno de los modelos más emblemáticos de su historia, en particular, y del sector del automóvil, en general.
Desde el lanzamiento del primer Golf GTI en 1976, todos los sucesores han compartido una serie de elementos de diseño propios y esta octava entrega las ha adaptado a su diseño, aumentando considerablemente el atractivo de un modelo que a simple vista parecía continuistas. Los diseñadores alemanes han rebajado el centro de gravedad visual colocando las amplias tomas de aire de la parte frontal en el parachoches e integrando en ellas la ya característica firma luminosa diurna.
Además, por primera vez, la parrilla puede iluminarse gracias al nuevo Face Light: una línea luminosa que recorre la parte superior del frontal y que se funde con los faros delanteros. Este Face Light se ha perfilado con la tradicional línea roja GTI, que también se ha empleado en los perfiles de los faros delanteros inteligentes LED Matrix IQ.Light (que vienen con el asistente dinámico de luces Dynamic Light Assist de serie). Las pinzas de freno sobredimensionadas también vienen en color rojo, y subrayan el carácter deportivo del modelo. El alerón de techo GTI, que se extiende significativamente hacia la parte trasera, potencia la carga aerodinámica que se aplica sobre el eje trasero. Una zaga que es tan atractiva visualmente como la delantera, ofreciendo nada menos que dos salidas de escape redondeadas que aumentan su carácter deportivo. Las llantas de aleación Richmond de 17 pulgadas combinan perfectamente con la imagen del vehículo y le dan un cierto toque retro.
Aire retro-moderno
Ahora bien, es al asentarnos en el interior cuando percibimos esa perfecta comunión entre tradición y modernidad. El digitalizado puesto de conducción, con sus dos pantallas unidas bajo un mismo marco, se completa con la mítica tapicería Tartán de cuadros de los asientos deportivos con reposacabezas integrados. El volante conserva los tres radios plateados del modelo original pero en esta reinterpretación se ha perdido uno de los clásicos, al menos en los Golf GTI con caja automática DSG: la bola de golf del pomo del cambio que sí está disponible, al menos con un tramado en la zona trasera, en los modelos manuales.
Más modernidades, el tono rojo de las dos pantallas, los botones táctiles que dan acceso a algunos menús (incluyendo el de los programas de conducción) y la posibilidad de configurar con diferentes vistas el cuadro digital, destacando la que nos permite poner el velocímetro en el centro.
Traza líneas
Estéticamente hemos comprobado que el Golf GTI de octava generación se coloca como un digno sucesor, pero es al llegar a su parte dinámica cuando nos lo corrobora del todo. Comenzando por el motor, que no evoluciona frente a su predecesor sino que el 2.0 TSI mantiene los 245 CV entre las 5.000 y las 6.200 vueltas y los 370 Nm entre las 1.600 y las 3.400 rpm. Un motor exquisito y extremadamente polivalente (el Clubsport incrementa su potencia hasta los 300 CV con el mismo bloque) que es una delicia en cualquier régimen y que empuja con absoluta contundencia casi desde que tocamos el pedal del acelerador.
Tal es así que cifra un 0 a 100 km/h de solo 6,2 segundos con una punta de 250 km/h. Echamos en falta quizá un poco más de nervio en la transmisión DSG, sobre todo en el modo Sport, pues aunque estira algo más el rango de revoluciones se muestra demasiado conservadora y evita que lleguemos a la zona roja. Los más puristas pueden optar por la transmisión manual, más permisiva pero dos décimas más lenta, con la que además se rebaja la tarifa en más de 2.000 €.
Si bajo el capó parece que todo se mantiene igual, es en la puesta a punto del chasis donde los ingenieros han modificado más partes para garantizar un comportamiento más ágil, un mejor agarre en el paso por curva, una mayor estabilidad y una conducción más precisa y previsible. A destacar el nuevo Gestor Dinámico de Marcha, un sistema que es capaz de monitorear el estado del vehículo, incluyendo los amortiguadores adaptativos (opcionales), el diferencial de deslizamiento limitado delantero o la dirección cientos de veces por segundo para aplicar mínimos toques de freno a las ruedas interiores con el fin de mejorar su agilidad en curva.
Traducido a una conducción deportiva, el Golf GTI va exactamente por donde uno quiere. Basta realizar un ligero toque de volante para entrar donde nuestros ojos ya lo habían hecho con anterioridad, mientras que los frenos parecen aguantar todos los envites de nuestro pie y no muestran síntomas de fatiga tras la exhaustiva hedoprueba. Pero sin duda, el socio de lujo es la suspensión adaptativa DCC con sus 15 opciones de regulación que nos permiten modificar el tarado desde uno extremadamente blando, al estilo del mejor Passat hasta uno más duro incluso que el del Sport para tener más sensación de firmeza y, por qué no, ser más incisivos si decidimos meterle en circuito.
En definitiva
El Golf GTI de octava generación mantiene las virtudes y defectos de siempre. Es un deportivo en su justa medida, ni más ni menos. La capacidad de tracción es casi perfecta pero, sobre todo, lo que destaca es la facilidad de manejo. Muchos quizá echen en falta un punto más de picante pero quizá puedan verlo satisfecho en el GTI Clubsport o, elevando aún más las miras, en el Golf R. Pero queda claro que, como ha ocurrido en estas más de cuatro décadas de vida, el Golf GTI no deja indiferente a nadie. Enamora a simple vista, cautiva una vez estás sentado en el habitáculo y te dibuja una sonrisa en cuanto activas su motor de 245 CV. Es caro, sí, pero los 45.355€ de los que parte son siempre pocos por tener un icono del automóvil disponible para ti siempre que quieras.